Fauna de la Albufera de Valencia

PECES, ANFIBIOS Y REPTILES

 

INSTITUTO NACIONAL PARA LA CONSERVACIÓN DE LA NATURALEZA

Vida Silvestre nº 65 - 1º semestre 1989

 

PECES, ANFIBIOS Y REPTILES

del

Parque Natural de la Albufera de Valencia

 
FRANCISCO GÓMEZ CARUANA
SALVADOR SÁNCHEZ ARTAL
SALVADOR PEIRÓ GÓMEZ

 

El renombre que tiene en los medios científicos y naturalistas la Albufera de Valencia y su inclusión en la categoría A (de interés preferente) en el proyecto internacional MAR como tercera zona húmeda de España, se debe, sin duda a su gran importancia para las aves como área de nidificación, de invernada o como «parada y fonda» casi obligada en los movimientos migratorios.

Este aspecto anterior ha hecho que todos los demás relacionados tanto con su flora como con su fauna hayan quedado un tanto ensombrecidos.

Aquí nos proponemos dar una rápida visión sobre los peces continentales, anfibios y reptiles que viven en la zona, fruto de observaciones que venimos realizando desde hace más de diez años.

De esta manera, pretendemos contribuir a diversificar los motivos de interés del recientemente creado Parque Natural de la Albufera de Valencia.

Los peces, anfibios y reptiles tienen muy poco en común, aunque todos ellos son vertebrados poiquilotermos, o sea, de los denominados incorrectamente de «sangre fría». Lo más adecuado, es decir, que son de temperatura variable, ya que no tienen eficaces mecanismos fisiológicos de regulación térmica. Si bien esto les hace depender muy directamente del clima local, poseen, por el contrario, la ventaja de que pueden vivir con mucha menos energía que las especies de mamíferos y aves de similares pesos y tamaños.

 

LOS PECES

La pesca, tanto comercial como deportiva, ha tenido desde hace muchos años una importancia relativa en el área de la Albufera de Valencia y concretamente en el propio lago, donde se han desarrollado muchas artes tradicionales, algunas de ellas muy peculiares e ingeniosas; pero no sólo los peces objeto de las actividades recreativas o profesionales son motivo de interés, pues viviendo junto a estas especies hay otras de gran importancia desde el punto de vista faunístico.

Podemos considerar que, en general, la fauna ictiológica del lago pertenece a dos filiaciones distintas, consecuencia de su propio origen y evolución. Hay especies de claro carácter continental, mientras otras son de filiación o procedencia marina. Bajo otro punto de vista, los peces de la zona se reparten en tres grupos de biotipos diferentes que veremos ahora. Quede bien entendido que en la Naturaleza no se presentan casi nunca límites precisos y que, cuando incluimos a un pez en un determinado habitat, sólo estamos indicando que allí existen mayores posibilidades de localizarlo que en otros.

Los canales o acequias que afluyen al lago son muy diversos entre sí con respecto a su longitud, anchura, profundidad, vegetación, naturaleza de las aguas que contienen o la velocidad con que discurren las mismas. Todo esto condiciona, en gran medida, a los peces que pueden vivir en ellos. Quizá sean los de mayor interés aquéllos cuyas aguas, que nacen en manantiales o «ullals» , se mantienen limpias y frescas durante todo el año, están dotadas de una cierta corriente y un relativamente elevado contenido de oxígeno disuelto. En estas acequias es donde encontramos más diversidad de especies, entre las que figuran algunas que ya han desaparecido del resto del Parque.

Dentro de los ciprínidos abunda el cachuelo o «madrilla» (Leuciscus pyrenaicus) y también podemos encontrar, aunque con menos frecuencia, al barbo común o «barb» (Barbus bocagei). Los cobítidos están representados por las colmillejas o «rabossetes» (Cobitis maroccana), pececillos alargados, casi anguiliformes, que se suelen enterrar en el cieno del fondo de los cauces. Entre los blénidos, en principio peces típicamente marinos, encontramos a su único representante fluvial en nuestro país, el fraile o «rabossot » (Blennius fluviatilis).

El lugar del Parque donde capturábamos a esta especie, una acequia de aguas limpias alimentada por un manantial, ha sido desecado recientemente al construirse un matadero en sus proximidades, lo que nos hizo temer lo peor; por fortuna, en la primavera de 1986 Se pescaron algunos ejemplares en la misma Albufera. Al pejerrey o «moixonet» (Atherina boyeri), pequeño aterínido de aspecto delicado, también lo encontramos en estos biotopos. Pero la especie más detectable desde el punto de vista faunístico es el «samaruc» (Valencia hispánica); se trata de un interesantísimo endemismo ibérico perteneciente a la familia de los Ciprinodónticos, que sólo hemos podido localizar en algunas acequias de Sueca, Sollana y El Romaní.

Sin duda, es la especie de pez ibérico que se encuentra en mayor peligro de extinción, pues actualmente la totalidad de su distribución geográfica se circunscribe a unas pocas localidades de la zona costera comprendida entre el delta del Ebro y las marjales de Pego y Vergel, al norte de la provincia de Alicante.

En un segundo tipo de acequias, con elevada cantidad de materia orgánica, cierto grado de contaminación y deficiencias periódicas de oxígeno disuelto, hay una fauna ictiológica muy similar a la que habita también en la Albufera propiamente dicha. De hecho, algunos de estos grandes canales como las acequias de La Reina, Obera o Dreta, cuando desembocan, dejan sentir la influencia de sus aguas hasta bastantes metros hacia el interior del lago.

Por las orillas abundan las gambusias o «ingeniers» (Gambusia affinis); estos adaptables pececillos procedentes de Norteamérica fueron introducidos en nuestra Península hace unos cincuenta años para contribuir a la lucha contra el paludismo, ya que, por su carácter larvívoro, destruyen gran cantidad de mosquitos transmisores de esta enfermedad. Sin embargo, han causado importantes desequilibrios ecológicos compitiendo ventajosamente con peces autóctonos de pequeño tamaño (por ejemplo, los ciprinodóntidos), a los que han desplazado de muchos biotopos.

Otras especies importadas, en este caso del continente asiático, también son muy frecuentes en las aguas del lago. Se trata de peces rojos o carasios (Carassius auratus) y las carpas (Cyprinus carpió), ambas pertenecientes a la familia de los Ciprínidos y llamadas genérica y erróneamente «tencas» en esta zona. Sin duda, entre los peces de cierto tamaño, las carpas son los más abundantes en la Albufera; se encuentra la forma común salvaje y también otras variedades conseguidas por selección, como la denominada carpa real. Además, estas razas se pueden cruzar entre ellas, e incluso con los carasios, dando origen a una gran cantidad de formas intermedias de difícil determinación.

También podemos localizar aquí a varias especies de mújoles o «llissas». Estos peces reparten su existencia entre las aguas continentales y marinas en las que nacen. Son ágiles y veloces nadadores, y se desplazan formando grupos muy bien cohesionados. Como en algunas localidades se les aprecia para el consumo son objeto de pesca comercial.

Todas las especies se parecen mucho entre sí. Quizá el que más abunde sea el cabezudo o «Hissa cabuda» (Mugil cephalus), que es el que puede alcanzar mayor tamaño y uno de los más estimados desde el punto de vista culinario. Algo menos frecuentes son la lisa o «llissa de cap blanc» (Chelon labrosus), el capitán o «llissa de cap negre » (Liza ramada), la galúa o «llissa de cap chiquet» (Liza saliens) y el galupe o «llissa galtirrotja» (Liza aurata); mientras que a la caluga o «llissa morruda» (Oedalechius labeo), que es la especie de menor tamaño, no la hemos encontrado nunca fuera del ambiente marino.

Otro pez que se encuentra también en el lago, aunque, según los pescadores, en mucha menor abundancia que hace unos años, es la anguila (Anguilla anguilla). Esta especie de aspecto serpentiforme tiene gran importancia desde los puntos de vista pesquero y culinario en la zona. Su biología es muy interesante y aún no está completamente desvelada. La reproducción tiene lugar a gran profundidad en las aguas atlánticas del Mar de los Sargazos. De sus puestas nacen unas larvas comprimidas lateralmente denominadas leptocéfalos, ya que fueron consideradas por los científicos en un principio como especie distinta.

Llevan una vida pelágica, cerca de la superficie del mar, hasta completar un largo viaje a Europa de unos dos años de duración. Posteriormente su morfología cambia, pasando a ser cilindricas; son las conocidas angulas, que penetran en las aguas dulces del Parque por los emisarios o «golas» del Pujol, Perellonet y Perelló, donde se las captura, pues tienen muy alta cotización. En la zona, se llama «anguila pasturenca» a la que aún es inmadura y «anguila maresa» a la que ha completado su desarrollo en las aguas dulces o salobres y se dirige a los centros de puesta al otro lado del Atlántico.

Entre los peces que en nuestros días son capturados raramente en la Albufera, destaca por el aprecio que sienten por él los pescadores, tanto profesionales como deportivos, y los gastrónomos, la lubina o «llobarro» (Dicentharchus labrax). Esta gran especie depredadora, hace tan sólo unos veinte años muy abundante, nace en el mar y penetra en las aguas dulces o salobres próximas al litoral.

El tercer biotopo característico en que hemos dividido la zona del área de la Albufera, con respecto a los peces, está constituido por las aguas salobres de los canales emisarios o «golas» y del lago artificial de la Dehesa o «estany del Pujol». La salinidad de estos medios varía mucho según la época del año y el cierre o apertura de las compuertas que poseen las «golas», según los imperativos del cultivo del arroz.

Además de los mújoles, lubinas, gambusias y anguilas ya mencionados, también localizamos en estas aguas pejerreyes o «moixós» (Atherina hepsetus), algo mayores que los otros aterínidos que vimos antes. Esta especie se da mucho en el lago artificial. En las orillas de este último encontramos, con mayor o menor abundancia según los años, al «fartet» (Aphanius iberus), otro interesante ciprinodóntido endémico de nuestro país, y a un pequeño góbido, Pomatoschistus microps, propio de estos ambientes salobres.

Muchos peces marinos pueden penetrar de forma más o menos accidental a través de las «golas» y se han llegado a encontrar, incluso, en la misma Albufera; tal es el caso de la herrera (Lithognatus mormyrus), la palometa (Lichia glauca), la dorada (Sparus auratus), algunos sargos (Diplodus) y lenguados (Solea).

En relación con los encuentros ocasionales, mencionaremos a otras especies fluviales que viven en las cuencas del Turia y del Júcar, y que también se pueden localizar dentro de los límites del Parque, como sucede con el blackbass (Micropterus salmoides), especie depredadora muy voraz procedente de Norteamérica e importada por su interés para la pesca deportiva. Otro pez que hemos capturado en algunas acequias de aguas limpias y corrientes es el gobio de río (Gobio gobio), ciprínido originario de Centroeuropa e introducido hace unos quince años en los ríos Turia y Júcar. Algunos pescadores afirman haber constatado la presencia del lucio (Esox lucius) en algunos canales de gran tamaño, cosa que no hemos podido confirmar.

En el triste capítulo de las desapariciones, algunas especies de gran interés faunístico que hace unos cincuenta años estaban bien representadas en el área, como la aguja de río o «agulleta» (Syngnathus abaster), o incluso que eran verdaderamente abundantes, como el espinoso o «armat» (Gasterosteus aculeatus), hace ya más de quince años que no las hemos podido localizar en la zona, a pesar de nuestras frecuentes comprobaciones sobre el terreno.

Con respecto a la ictiofauna del Parque, podemos concluir que son precisamente las especies de mayor interés faunístico y pesquero las que más han padecido todos los efectos de las alteraciones sufridas por el medio; unas han quedado refugiadas en aquellos lugares menos modificados, como son las zonas próximas a los pocos «ullals» o manantiales que aún perduran, mientras que otras han visto reducidas sus poblaciones de una manera paulatina pero constante. Se produce, pues, el fenómeno curioso de que son precisamente los peces introducidos los que más abundan, tanto por el número de sus efectivos como la cantidad de biomasa que representan.

Esta indeseable situación es debida a varias causas, todas derivadas de las acciones humanas en un medio tan antropógeno: la falta de una regulación más comercial de la pesca; la modificación radical y, en muchos casos, la destrucción total de los diferentes biotopos; la contaminación de las aguas de muy diverso origen y la introducción de especies exóticas de forma incontrolada. Esto último no sólo se refiere a los peces, sino también al cangrejo americano, cuya masiva presencia en muchos enclaves no dudamos que debe de afectar a toda la ecología del área; su gran resistencia a condiciones acuáticas adversas y su peculiar ciclo biológico han desembocado en su rápida dispersión por aguas de casi toda la Comunidad Valenciana.

 

LOS ANFIBIOS

De las siete especies de anfibios que hemos encontrado en tierras valencianas, sólo tres tienen poblaciones apreciables dentro de los límites del Parque Natural. Quizá el gallipato o «aufegabous» (Pleurodeles waltl), el sapo de espuelas (Pelobates cultripes), el sapillo moteado (Pelodytes punctatus) y con más fundamento el sapo partero (Alytes obstretricans), que formaron en otro tiempo parte de la fauna de la zona, y aún es posible que se puedan encontrar ocasionalmente en el área; pero las únicas especies que, en realidad, tienen importancia por su número y porque sus ejemplares participan en muchas relaciones ecológicas, son el sapo corredor (Bufo calamita) y el sapo común (Bufo bufo), ambos denominados localmente «granots» y, sobre todo, la rana común o «granota» (Ranaperezi), que, a pesar de que sus poblaciones han disminuido mucho en los últimos veinte años, aún sigue siendo frecuente en los lugares donde se encuentra agua con un cierto carácter permanente.

 

LOS REPTILES

Si bien el clima de la zona, con un largo, cálido y seco periodo estival, no favorece la vida de los anfibios, es, por el contrario, adecuado para la existencia de una gran cantidad de reptiles de muy diversas especies.

Un lugar dentro del Parque donde se puede apreciar muy bien la zonación ecológica de pequeños saurios es la Dehesa de la Albufera. A pesar de que la urbanización y la afluencia masiva de visitantes en los días festivos han alterado muchos enclaves, aún quedan retazos donde se puede verificar este fenómeno de selección de habitat; aunque, como ya mencionamos al tratar de la repartición de los peces en los diferentes biotopos, en la Naturaleza no suele haber límites precisos, ni normas de estricto cumplimiento, por lo que deberemos hablar con más propiedad de zonas de preferente localización de los distintos reptiles.

En los lugares más próximos al mar, en dunas de arenas sueltas y matas de vegetación dispersas, encontramos a un interesante endemismo iberonorteafricano: la lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus). Alejándonos un poco más de la costa marina, la vegetación se hace algo más densa y empieza a ser frecuente la pequeña lagartija cenicienta (Psammodromus hispanicus); en la zona hemos hallado ejemplares con dos diseños diferentes, el típico manchado y otro casi uniforme; en este caso, se trata de una especie endémica de la Península Ibérica que ha llegado a colonizar parte del área mediterránea francesa.

Cuando nos desplazamos hacia el interior, donde el matorral alcanza su mayor densidad, y también en el propio sotobosque del pinar, la especie que más abunda es la lagartija colilarga (Psammodromus algirus), esbelta y ágil, a la que, en ocasiones, sorprendemos tomando el sol encaramada sobre los arbustos.

En las construcciones de la zona, incluyendo la infraestructura abandonada de la urbanización, aunque también en los troncos de árboles y arbustos, son frecuentes dos pequeños saurios, de los más antropófilos de nuestra herpetofauna, la lagartija común o «sargantana» (Podarcis hispanica), activa de día, y la salamanquesa común o «dragó» (Tarentola mauritanica), gecónido de preferente actividad crepuscular y nocturna. Por el contrario, es muy raro encontrar dentro de los límites del Parque a la salamanquesa rosada (Hemidactylus turcicus).

Uno de los lacértidos cuyas poblaciones han disminuido de una manera más acelerada es el llamativo lagarto ocelado o «fardacho» (Lacerta lepida). Tenemos anotadas tan sólo una decena de observaciones en los últimos cinco años en todo el área.

Entre los reptiles raros en la zona, hemos de mencionar el anfisbénido culebrilla ciega o «serpeta» (Blanus cinereus), con un único ejemplar capturado en 1979 y al escindido eslizón ibérico o «lluenta» (Chalcides bedriagai), con siete ejemplares localizados en junio de 1981 y otros dos en el verano de 1986, después de un pequeño incendio.

Como ambas especies acostumbran a aparecer muy discretamente, es posible que sean más frecuentes de lo que parecen.

Seguramente son las poblaciones de quelonios o tortugas, entre los reptiles, las más afectadas por la presencia humana. Las tortugas de tierra hace ya mucho tiempo que desaparecieron del área, mientras que ambos galápagos de distribución ibérica, el europeo (Emys orbicularis) y el leproso (Mauremys lerposa), son muy escasos y siempre nos queda la duda de si los ejemplares hallados son nativos de la zona.

Si, en general, los anfibios y reptiles han sido vistos tradicionalmente como seres repugnantes, peligrosos e indeseables; sin duda alguna, son las serpientes las que concitan en mayor grado el rechazo de las gentes. Entre las culebras no acuáticas, la que con más frecuencia encontramos, muchas veces atropellada en las carreteras locales, es la culebra bastarda o «serp pardalera» (Malpolon monspessulanus), la mayor serpiente de nuestra fauna; aunque en el Parque no suelen crecer mucho, pues normalmente es eliminada antes de que alcance una avanzada edad. El mayor ejemplar estudiado por nosotros fue una hembra localizada frente a la Estación «Mata del Fang» en abril de 1979 que medía 221 cm. A pesar de que se trata de una especie venenosa, por la disposición de su aparato inoculador, no suele ser peligrosa para las personas.

Otras culebras localizadas, aunque siempre de manera escasa, son la culebra de herradura (Coluber hippocrepis), la culebra de escalera (Elaphe scalaris) y la coronela meridional (Coronela girondica), las tres muy ubiquistas y, por tanto, sin preferencias de biotopo dentro de la zona.

Cerca de las acequias, en las orillas de la propia Albufera y en los arrozales, es muy fácil sorprender a la culebra viperina o «serp d'aigua» (Natrix maura). Se trata, con mucho, del ofidio más abundante en el Parque. Como dato significativo podemos indicar que, después de las graves inundaciones de octubre de 1982, en un tramo de unos cuatro kilómetros de una carretera de la zona afectada, contabilizamos en dos días 1.032 culebras viperinas muertas y 343 aún vivas, en tanto que de otra especie también abundante, como es la culebra bastarda, tan sólo encontramos dos ejemplares.

La otra serpiente acuática de distribución en nuestro país, la culebra de collar (Natrix natrix), también se localiza en el área, pero en número relativamente muy escaso.

Aunque para muchas personas que habitan la zona y, más aún, para los paseantes ocasionales, todos los ofidios son peligrosas víboras, lo cierto es que los pocos ejemplares de víboras hocicudas o «sacres» (Vipera latastei) que hemos observado, lo fueron siempre en el otoño, después de grandes inundaciones, por lo que debe tratarse de individuos arrastrados por las aguas procedentes de las tierras del interior.

Hemos visto un grupo de habitantes del Parque de la Albufera que suele permanecer oculto bajo el agua o se desenvuelve a ras de tierra. No son quizá tan llamativos ni vistosos como las aves, pero si los observamos con objetividad e interés descubriremos en cada uno pequeñas maravillas.

A la hora de organizar la recuperación o conservación del área, al igual que en tantas otras protegidas, convendría tener en cuenta también a estas especies. El que el día de mañana sigan correteando largartijas y serpientes, o el que por el lago vuelvan a nadar especies únicas como los «samarucs» o los interesantísimos espinosos, es un reto que desde hoy debemos aceptar.

Fauna de la Albufera de Valencia
Francisco Gómez Caruana
Salvador Sánchez Artal
Salvador Peiró Gómez

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